Ustedes piensan que la política paraguaya está hecha un lío, aciertan. Pero si creen que es la única liada, se equivocan. La brasileña, la ecuatoriana, la bolivariana, la venezolana, francesa, la inglesa, la italiana, la alemana, la norteamericana, por citar sólo algunos países, lo están tanto o más. Y no me aventuro por otros continentes, donde hasta las dictaduras sienten temblar la tierra bajo los pies.
Nos hallamos en un momento de cambios profundos, de desafíos inesperados, de problemas sin solución y de soluciones que no resuelven nada. Estados Unidos es el mejor ejemplo. Ha elegido presidente a Donald Trump, pero los norteamericanos se enteran de que aquello por lo que y para lo que le eligieron es muy difícil de alcanzar, incluso inalcanzable en buena parte. El primero en darse cuenta es el propio Trump, de ahí los titubeos y contradicciones que está teniendo al formar gobierno.
El muro en la frontera con Méjico ya se sabía que era una de esas promesas electorales que se hacen para no cumplirlas. Pero otras de mayor calibre y arrastre, como que traería a casa los puestos de trabajo en el sector automovilístico que han emigrado a otros países, no podrá hacerlo por la sencilla razón de que esos puestos ya no existen, al haber reemplazado los robots a los obreros. Algo que puede extenderse a la gran industria, automatizada hasta el extremo de quedar sólo los controladores de las cadenas de montaje. Y no digamos el lío que se armaría con los veinte millones de norteamericanos que se han apuntado al plan de salud del aún presidente. ¿Se les quita? Muchos de ellos, blancos en paro, han votado a Trump.
Algo parecido ocurre con el Brexit. Por mucha satisfacción que produzca en el orgullo británico mandar a paseo a los «continentales», no compensa los problemas que les crea. Y no sigo con el resto de países, porque sus apuros están en los titulares a diario. En Paraguay nos hemos librado de verdadero milagro, pero seguimos en peligro, con un Gobierno en minoría en el congreso nacional y una oposición mayoritaria, amigos y enemigos al mismo tiempo.
Ya no hay duda: estamos en un momento de cambio, de inestabilidad, de agotamiento y desconcierto. Como si, de repente, esquemas, certezas, valores, alianzas se hubieran quedado viejas, inservibles. Se habla de la «postverdad» porque ya nadie cree en nada. O, más exactamente, porque la verdad nos molesta e inventamos otra que no existe. O una vieja mentira, como la reelección indefinida, el nacionalismo, el comunismo y el populismo. Hay quien intenta descubrir la democracia, y lo que hace es desenterrar la demagogia y la tiranía, hallazgos, por cierto, también de los griegos. Son tiempos de profetas, de adivinos y nigromantes. El primero de ellos que accede a gobernar es Trump, y esperemos que sea el último, así como que resistan los Estados Unidos, los más fuertes. A los demás países los pondrían a prueba, con altas posibilidades de tumbarlos. El nuestro, repito, aún no está fuera de peligro. Está en TI(Terapia intensiva) , con respiración asistida. Razón de más para gozar de este acueducto.
ESTE ES EL PARAGUAY QUE TENEMOS Y YA NO QUEREMOS.