Latinoamérica tienen pendientes grandes acuerdos. Excluir a los corruptos de la función pública. Todo político lleva un pacto en el bolsillo. No se puede entender de otra manera la cuestión pública especialmente en tiempos de electorales.
Latinoamérica clama por un pacto, sobre la justicia, sobre modificar el modelo del Plan de Gastos de la Nación, (Estos sistemas de presupuestos es una vaca lechera mecánica, para los políticos de negocios), la seguridad, el agua, la investigación, la educación, las pensiones, la demografía, la justicia, la fiscalidad, la reforma constitucional, y todos los que el inquieto lector quiera añadir. Materias no faltan. Voluntades sinceras de avanzar en consensos, sí escasean.
En realidad, la democracia Latinoamericana, entre ellos la paraguaya está todavía en la pubertad, por eso hay tan poca cultura del entendimiento entre antagonistas ideológicos.
Eso en parte se debe a la manía de obsesionarse por los detalles del contrato y los personalismos, sin percatarse de que lo que tiene futuro es lograr caminar por la misma senda de concordia y bien común que representa una sociedad democrática y madura. Un buen ejemplo es ahora mismo Alemania.
Los hermanos ecuatorianos lograron, con una voluntad política y patriota ir por la misma senda. Con un Referéndum que marca el camino a América Latina. Toda Latinoamérica deberían estar en ese mimo camino contra la corrupción.
En Ecuador confiscarán los bienes a corruptos.
Se impuso ampliamente el sí en todas las preguntas del plebiscito convocado por el Gobierno. Los corruptos quedarán inhabilitados para participar en la vida política y también perderán sus bienes. Se anula la reelección indefinida no solo para el presidente, sino para todos los cargos electivos.
Lenin Moreno manifestó que “no volverán ya los viejos políticos, tienen la obligación de renovarse”. Ecuador aprueba herramienta para sacar de la política a los corruptos. Cuánto mejor les irían a Latinoamérica, si nos vamos por el mismo camino que, con estas normativas, buscan superar uno de los males del origen de la pobreza que tienen nuestros países.
El fantasma que hoy recorre Sudamérica no es el del comunismo ni el de la dictadura, limitada a la doliente Venezuela: es el de la corrupción desaforada, que ha demostrado que el prevaricato también puede florecer en sistemas democráticos. Ello ha motivado la sanción de leyes que castigan con mayor rigor a los delincuentes del sector público, y también estos nuevos vientos ha llegado a Perú. Se inhabilita a perpetuidad a los funcionarios condenados por corrupción y se declara imprescriptible este delito.
También en nuestros países deberían imponer estas medidas punitivas sean reforzadas para perseguir con mayor rigor el voraz enriquecimiento ilícito en la función pública, cuyos ejemplos tenemos cada día a montones en la prensa.
Por eso es plausible que el diputado Ariel Oviedo (ANR) haya presentado en junio del año pasado un proyecto de ley al congreso paraguayo “que establece la inhabilitación perpetua por actos de corrupción a los funcionarios públicos o de elección popular”, que lamentablemente no ha sido tratado hasta la fecha, pero que es de esperar sea estudiado tan pronto se inicie el nuevo periodo legislativo.
No solamente se debe enviar a los corruptos a la cárcel, sino que la corrupción debe ser imprescriptible y se deben recuperar los bienes robados para evitar que, con el paso del tiempo, los delincuentes puedan disfrutar de sus fortunas mal habidas.
ESTE ES EL PARAGUAY QUE QUEREMOS Y NO LO QUE TENEMOS