Tierra de Oportunidades. Para eso resulta necesario definir un modelo de organización de la Nación diferente, resistente al saqueo.

Por Gerardo Meza C. (*)

Tierra de Oportunidades. El Gobierno que asuma el 15 de agosto del corriente año, debe comprometerse con el pueblo hacer realidad, un  Paraguay que queremos, que con una buena gestión  se convierta verdaderamente una nación diferente al saqueo y definir un nuevo modelo de organizacion

Para eso resulta necesario definir un modelo de organización de la Nación diferente, resistente al saqueo, esta dirigencia instalada en el nuevo poder, debe comprometerse con la ciudadanía a cambiar definitivamente este Modelo país corrupto, prebendaría y clientelista; gran parte del desparpajo, el desenfado y la impunidad con que operan los políticos en el Paraguay se debe en gran medida a la falta de interés ciudadano por controlar la gestión de sus autoridades, hartos del atraso y la corrupción imperantes en la clase política que nos gobierna, desde hace varias décadas.

Que la ciudadanía estafada en su expectativa y esperanza, tiene otra oportunidad, de elegir el 22 de abril del corriente año, al presidente que va cambiar este modelo país, y el paradigma de la forma de gestionar la cosa pública, y que el Paraguay pueda considerarse la tierra de oportunidades que alguna vez fue.

A los buenos paraguayos les gusta pensar en su país como una tierra de oportunidades, opinión que otros en buena medida comparten, pero, aunque es fácil pensar ejemplos de paraguayos que subieron a la cima por sus propios medios, lo que en verdad cuenta son las estadísticas: ¿hasta qué punto las oportunidades que tendrá una persona a lo largo de su vida dependen de los ingresos y la educación de sus padres?

En la actualidad, estas cifras muestran que el sueño paraguayo es un mito. Hoy hay menos igualdad de oportunidades en Paraguay que en otros países (y de hecho, menos que en cualquier país industrial avanzado del que tengamos datos). Esta es una de las razones por las que Paraguay tiene el nivel de desigualdad más alto de cualquiera de los países avanzados.

Y la distancia que lo separa de los demás no deja de crecer. Durante la “recuperación” de década del 2000, (el crecimiento de la Macroeconomía, y no de la Microeconomía) el 2% de los paraguayos con mayores ingresos se quedó con el 93% del aumento de la renta. Otros indicadores de desigualdad (como la riqueza, la salud y la expectativa de vida) son tan malos o incluso peores. Hay una clara tendencia a la concentración de ingresos y riqueza en la cima, al vaciamiento de las capas medias y a un aumento de la pobreza en el fondo.

Sería distinto si los altos ingresos de los que están arriba se debieran a que contribuyeron más a la sociedad. Pero la microeconomía demostró que no es así: hasta los banqueros que dejaron la economía paraguaya en las décadas de los 90 y sus propias empresas al borde de la ruina recibieron jugosas bonificaciones.

Parte de la riqueza de los financieros proviene de la explotación de los pobres por medio de préstamos predatorios y prácticas abusivas con el uso de crédito de los prestamistas que están fuera del sistema(usureros). En estos casos, los que están arriba se enriquecen directamente de los bolsillos de los que están abajo.

Si examinamos más de cerca la cima de la pirámide, encontraremos allí sobreabundancia de buscadores de rentas: hay quienes obtuvieron su riqueza ejerciendo el monopolio del poder; otros son directores ejecutivos que aprovecharon deficiencias de las estructuras de gobierno corporativas para quedarse con una cuota excesiva de la ganancia de las empresas, y hay todavía otros que usaron sus conexiones políticas para sacar partido de la generosidad del Estado, en las licitaciones amañadas ya sea cobrándole demasiado por lo que compra (medicamentos) o pagándole demasiado poco por lo que vende (permisos para explotación de puertos, juegos de azar, minerales, entre otros ).

Tal vez no sería tan malo si hubiera, aunque sea un grano de verdad en la teoría del derrame: la peculiar idea de que enriquecer a los de arriba redunda en beneficio de todos. Pero hoy la mayoría de los paraguayos se encuentran peor (con menos ingresos reales ajustados por la inflación) que una década y media atrás. Todos los beneficios del crecimiento fluyeron hacia la cima.

Los defensores de la desigualdad paraguayos argumentan que los pobres y los que están en el medio no tienen por qué quejarse: puede ser que la porción de torta con la que se están quedando sea menor que antes, pero gracias a los aportes de los ricos y superricos, la torta está creciendo tanto que en realidad el tamaño de la tajada es mayor. Pero una vez más los datos contradicen de plano este supuesto.

De hecho, Paraguay creció mucho más rápido durante 2010 y 2013, 13%, y  el PIB. No existe una variable económica tan desprestigiada como la del crecimiento económico, donde el PIB ha aumentado más, pero en realidad gran número de personas no tienen la impresión de vivir mejor porque sufren una caída de sus ingresos.

El motivo se sintetiza en el dicho “la macro no llega a la micro” o “el crecimiento no llena los bolsillos”. Y, sin embargo, ninguna sociedad alcanzó la prosperidad con un bajo crecimiento o sin sostener tasas elevadas de expansión económica a lo largo de los años.

Esto no debería sorprender a quien comprenda cuál es el origen de la desigualdad. La búsqueda de rentas distorsiona la economía. Por supuesto que las fuerzas del mercado también influyen, pero los mercados dependen de la política, y en Paraguay, con su sistema corrupto, prebendaría, y clientelistas, de financiación de campañas y el ir y venir de personas que un día ocupan un cargo público y al otro están en una empresa privada, y viceversa, la política depende del dinero.

Por ejemplo, cuando la legislación de quiebra privilegia los derivados financieros por encima de todo, (las quiebras de bancos y financieras) pero no permite la extinción de las deudas estudiantiles (por más deficiente que haya sido la educación recibida por los deudores), es una legislación que enriquece a los banqueros y empobrece a muchos de los que están abajo. Y en un país donde el dinero puede más que la democracia, no es de extrañar la frecuencia con que se aprueban esas leyes.

La desigualdad en Paraguay está corroyendo sus valores y su identidad

Pero el aumento de la desigualdad no es inevitable. Hay economías de mercado a las que les está yendo mejor, tanto en términos de crecimiento del PIB como de elevación de los niveles de vida de la mayoría de sus ciudadanos. Algunas incluso están reduciendo las desigualdades.

Paraguay paga un alto precio por seguir yendo en la otra dirección. La desigualdad reduce el crecimiento y la eficiencia. La falta de oportunidades implica que el activo más valioso con que cuenta la economía (su gente) no se emplea a pleno. Muchos de los que están en el fondo, o incluso en el medio, no pueden concretar todo su potencial, porque los ricos, que necesitan pocos servicios públicos y temen que un Gobierno fuerte redistribuya los ingresos, usan su influencia política para reducir impuestos y recortar el gasto público. (La Presión tributaria en el Paraguay es de tan solo 13%), esto lleva a una subinversión en infraestructura, educación y tecnología, que frena los motores del crecimiento.

Pero, lo que es más importante, la desigualdad en Paraguay está corroyendo sus valores y su identidad. Cuando llega a semejantes extremos, no es sorprendente que sus efectos se manifiesten en todas las decisiones públicas, desde la política monetaria hasta la asignación del presupuesto. Paraguay se ha convertido en un país que en vez de “justicia para todos” ofrece favoritismo para los ricos y justicia para los que puedan pagársela: esto quedó demostrado durante la crisis de las quiebras de los bancos y financieras, cuando los grandes bancos creyeron que, además de demasiado grandes para quebrar, eran demasiado grandes para hacerse responsables.

El Presidente que asuma el 15 de agosto del Paraguay que queremos, debe cumplir su compromiso con la ciudadanía, “la gran misión” es, a medida que la economía se recupera, “construir una tierra de oportunidades” en este país.

“Nuestra economía, nuestra sociedad, nuestro bienestar, las escuelas, todo reformado, todo reconstruido, con un objetivo, una misión en mente: convertir a este país, por fin y por primera vez, en una tierra de oportunidades para todos´´

(*) Economista. Autor del Libro 7 PUNTOS A TENER EN CUENTA PARA EL PARAGUAY QUE QUEREMOS

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